Una dinastía termina y con ella todos los símbolos comienzan a derrumbarse. Es un sitio que simboliza unión, seguridad y alegría (por mencionar algunos). La esencia queda impregnada en sus paredes y está anidada en cada esquina y hueco que escapa a simple vista. Las historias familiares ahí se tejieron, cocinaron y degustaron. Y ahora que los pilares han caído y por el cielo se han elevado, ¿qué seguirá?. Nuestras lágrimas se riegan por el patio y jardín, mezclándose en la fértil tierra que llega hasta nuestras raíces. No hay muerte, sólo transición.
Somos la experiencia de nuestros antepasados y si somos sabios, sabremos entender el mensaje que nos dan. El cambio es necesario, aprender de lo ocurrido y seguir adelante. La esperanza del renacer en un nuevo pensamiento será la acción a construir. El movimiento es necesario para vivir. Permanente impermanencia...
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